Es la una y cuarto del mediodía de un lunes. Este miércoles tendré el primero de los exámenes y me pregunto si la una y cuarto del mediodía es una hora digna para levantarse a estudiar. Se supone que debo ser responsable, que estoy estudiando mucho así como yendo al gimnasio a ponerme cachas y sacándome el carnet de conducir, porque soy la nueva Alfa! ¡Una persona con propósitos que cumplir! Pero lo cierto es que todavía estoy en pijama y ni siquiera he desayunado. Ayer le pedí a mi hermana que me despertase antes de las nueve, arremetí contra mi madre (sabiendo que la provocación es el arma más poderosa si quiero conseguir que intente putearme despertándome media hora antes de que suene el despertador), y le hice chantaje emocional a una amiga para que me hiciera de despertador a base de llamadas perdidas. Las tres han cumplido con su deber, también mi despertador automático, y sin embargo sigo pegada a la funda nórdica como si fuera una extensión de mi cuerpo. Ni siquiera soy consciente de haber tenido alguna interrupción onírica (aunque la cara de mala leche de mi madre denota una cierta reprobación por la mierda de vida que llevo; y el historial de mi móvil resulta una prueba bastante concluyente).
Lo sospechaba desde hacía tiempo, pero no quería hacer ninguna deliberación precipitada. Ahora estoy completamente segura de ello: cuando duermo, ¡¡¡entro en coma!!!! (si mi vida fuera una peli de Hitchcock ahora sonaría la canción de psicosis).
En fin... creo que en vez de alterarme sería más productivo aprovechar esta revelación en pro de la humanidad... e aquí mi descubrimiento: Mucho me temo señores, que los comatosos no oyen un carajo!
Besos,
La srta. Poppins
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